El diagnóstico en Fisioterapia: controversia frecuente en las redes

EDITORIAL

De un tiempo a esta parte, no son pocas las ocasiones en las que el diagnóstico en Fisioterapia está siendo un tema reiterado y epicéntrico en debates, conversaciones, comentarios y opiniones en el formato que, sin duda, cada día está cobrando más fuerza en el colectivo profesional de fisioterapeutas: las redes sociales, especialmente Twitter y Facebook.
Todos conocemos las limitaciones de compartir un conocimiento complejo a través de las redes sociales, pues supone acotar en gran medida las posibilidades de análisis y argumentación, elegir las palabras adecuadas para expresar la idea más exacta de nuestro pensamiento u opinión, ser conscientes de la inmediatez del mensaje y de la posibilidad de réplicas y contraréplicas inmediatas, así como del impacto y la difusión masiva de una idea, junto con la permanencia de la misma aunque ésta pudiera ser eliminada.
Sin duda, es un reto continuo ser capaces de reflejar un conocimiento válido, completo y del que estemos totalmente satisfechos bajo el paraguas de las redes sociales, pero no podemos negar, que a pesar de esta circunstancia, debemos esforzarnos por hacer llegar un mensaje unívoco aunque diverso, una opinión clara aunque compleja y unas ideas contundentes aunque flexibles. Es decir, el uso de las redes sociales en fisioterapia no puede ser una excusa para menospreciar el lenguaje, emitir mensajes incompletos y, sobre todo, transmitir información sesgada, errónea o poco clara que sólo servirá para sembrar confusión, generar conflictos y abundar en malentendidos que, posiblemente, lleven a desencuentros en el seno del colectivo profesional, los cuales podrían terminar debilitando dicho colectivo, situación que, no nos cabe la menor duda, podrá ser aprovechada por «otros» para fines que, a la postre, pueden hacer daño a nuestra profesión; y es que, ya se sabe: a río revuelto, ganancia de pescadores.
Y esta situación la estamos viviendo actualmente en las redes sociales en relación con el diagnóstico en fisioterapia. Así, hemos tenido que leer en twitter recientemente que «el fisioterapeuta no diagnostica», «el diagnóstico fisioterapéutico no existe», «sólo es el médico el que diagnostica», «el médico diagnostica y prescribe fisioterapia», «el fisioterapeuta no está capacitado para diagnosticar ni para prescribir» y así, un desagradable y largo etcétera. Muchos de estos tuits provienen de instituciones de cierto prestigio sanitario a nivel nacional, otros son tuits que apoyan con estas u otras palabras las mismas ideas y que provienen de personas e instituciones con cierta relevancia en el contexto sociosanitario, en otros casos, son personas quizá con un perfil poco político y quizá más anónimo pero con gran relevancia profesional, y si me apuran, incluso científica.
Pues bien, permítanme decirles que quizá ha llegado el momento de compartir, una vez más, algunos de los conocimientos que aprenden los alumnos en su primer año de carrera, en la asignatura de Fundamentos de Fisioterapia, sobre el diagnóstico fisioterapéutico.
El fisioterapeuta puede y debe diagnosticar problemas de salud susceptibles de ser abordados por su profesión con las herramientas que le son propias. Diagnosticar no es otra cosa que «identificar» o «distinguir», en el caso de la Fisioterapia, «las alteraciones del movimiento alterado» (Viel, 1999), constituyendo esta finalidad una parte fundamental de la esencia profesional de nuestro quehacer cotidiano. Y es que, el diagnóstico en fisioterapia no se realiza en el contexto de la anomalía, patología o enfermedad (donde sí se define el diagnóstico médico), sino que se describe bajo el paraguas de la disfunción y el deterioro, la limitación funcional y la discapacidad (o diversidad funcional). Y esto es algo
que los fisioterapeutas aprenden en su Título de Grado (tal y como se recoge en su Libro Blanco), y así está descrito también en la Orden CIN 2135/2008, que avala nuestras funciones para identificar problemas de salud definidos en nuestro ámbito de competencia académica, profesional y científica.
Cada día se hace más necesario el hecho de reforzar, recordar, refrescar y poner sobre la mesa aquellas palabras de la Dra. Sarhmann cuando afirmaba que «el diagnóstico médico no es suficiente para dirigir la Atención en Fisioterapia: los fisioterapeutas deben desarrollar categorías diagnósticas que clarifiquen qué es lo que pueden diagnosticar en virtud de sus conocimientos, habilidades y titulación», y en eso estamos, avanzando en un anhelado modelo conceptual que permita desarrollar una taxonomía diagnóstica que, construida desde la base de un lenguaje común, todo el colectivo comprenda, reconozca y aplique.
Sin duda alguna, para avanzar en este proceso lo único que necesitamos es que nos dejen desarrollar nuestro potencial investigador, pues serán nuestras investigaciones, imbricadas en el contexto clínico, las que nos permitan progresar sobre este tema; nadie nos va a resolver esta problemática, solo los y las fisioterapeutas implicados en estos objetivos que, claro está, deberán vivir motivados para fomentar la unión de nuestro colectivo a través, también, del desarrollo de nuestras etiquetas diagnósticas. Así que, aunque resulte reiterativo y quizá básico para muchos de los que lean este editorial, nos vemos obligados a repetir que el diagnóstico médico es un dato más, ciertamente muy importante, de la Historia Clínica de Fisioterapia. Pero sólo eso, un dato más. Un fisioterapeuta no diagnóstica la patología llamada «tendinitis» o «bronquiolitis», pero sí analiza los déficits de movimiento que afecta a estructuras como un tendón o un músculo como el diafragma y, sobre todo, identifica y describe las consecuencias que en la función tiene esa alteración del movimiento.
Y es que, una de nuestras competencias esenciales es la capacidad para diagnosticar las alteraciones del movimiento, esta competencia hunde sus raíces históricas en siglos de conocimiento y ha sido la ley la que ha dotado a los fisioterapeutas de las capacidades para identificar los problemas que le son propios, y lo ha hecho desde la academia, consolidando su título universitario, desde la protección y normalización de la legislación sanitaria y desde la dotación de herramientas científicas para el avance del conocimiento, que hacen que el fisioterapeuta sea la máxima autoridad científica y académica en el campo de la ciencia fisioterapéutica.
No es capricho de los fisioterapeutas diagnosticar, es obligación hacerlo para cumplir la ley, y es un derecho que compartimos con todos los profesionales sanitarios. Somos universitarios y somos científicos (pues este es el perfil que se genera en la universidad) y responsables de forma completa de llevar a cabo el Método de Intervención en Fisioterapia Asistencial (que incluye la valoración, el diagnóstico, la definición de objetivos y el diseño de un Programa de Fisioterapia). Permítanme la literaria frase: sólo el diagnóstico nos hará libres, pues impedirá, como bien saben, que otros profesionales sanitarios prescriban fisioterapia, cuestión ya obsoleta y superada que, cuando cobra vida en la comunidad (como en este caso, a través de las redes sociales), nos obliga a volver a recordar conceptos tan básicos como los expuestos, no sin cierto prurito, pero parece que no queda otro camino cuando observamos a tantos profesionales sanitarios, perdidos y desinformados.
Por suerte, el colectivo profesional de fisioterapeutas está respondiendo con madurez y contundencia a esta situación, prueba de ello ha sido la gran cantidad de réplicas en las redes sociales y, por ejemplo, este humilde editorial, cuya única finalidad es informar de la situación, invitar a la reflexión y canalizar, a través de este medio, las opiniones de todos aquellos que piensan que el diagnóstico de Fisioterapia es una realidad que sólo pueden y deben desarrollar e implementar los fisioterapeutas: ¿cómo, por ejemplo, vamos a evaluar resultados de ganancia funcional si no hemos diagnosticado su pérdida?. Y para todo ello, no se necesita en modo alguno un estímulo basado en el agravio o el menosprecio, sólo hace falta ilusión, fortaleza y constancia, rasgos que, permítanme decir, confío formen parte fundamental de la esencia de todos los fisioterapeutas.

Dra. Raquel Chillón Martínez