La realidad profesional y laboral de los fisioterapeutas. Un acercamiento desde el paradigma interpretativo

EDITORIAL

El análisis profesional y laboral de los fisioterapeutas requiere un enorme esfuerzo de reflexión que, por desgracia, ni siquiera, de forma seria han asumido los responsables gubernamentales, pues no existe ningún documento con datos actualizados y fiables que desde el paradigma cuantitativo nos permita conocer y describir de forma objetiva a qué mundo laboral se enfrentan los egresados de nuestras universidades. Y no quisiera llevar a falsas expectativas a los lectores de este editorial, pues no vamos a tratar el tema que nos atañe desde un enfoque positivo y halagüeño, muy al contrario.

Y es que, el mundo laboral en Fisioterapia es un complejo entramado de factores y condiciones que van mucho más allá de los datos y que tienen que ver con las expectativas de los fisioterapeutas al terminar sus estudios, con sus motivaciones, con la formación recibida en el grado y la oferta del posgrado y con las condiciones de salud y el modelo sanitario existente. Y todo lo concerniente a «lo laboral» también está relacionado con las competencias autonómicas en materia de salud y con las competencias nacionales que impactan definitivamente en el ser del fisioterapeuta como «trabajador», o sea, como miembro de la población activa de nuestro país, sin olvidar cómo ha ido evolucionando la sociedad y sus estilos de vida en cuanto al manejo de los problemas de salud.

Por tanto, para acercarnos a esta realidad, optaremos por el uso de unas gafas que permitan el análisis interpretativo y diverso sin miedo, que abogue por las subjetividades y dé cabida a la comprensión desde nuestras particularidades y, quizá, proveer de algunas perspectivas para que, como señalaba Habermas en 1985, se dé sentido al mundo, en este caso, al mundo de la Fisioterapia, siendo conscientes que la diversidad es enorme. Sirva como ejemplo de esta variabilidad en el colectivo, el hecho de que el 80 % de los casi 64.000 colegiados fisioterapeutas ejerce en el ejercicio libre de la profesión, y todos estos colegiados, repartidos en 17 comunidades autónomas con sus idiosincrasias y singularidades en materias sanitaria y educativa, por lo que miles de situaciones distintas están garantizadas y son difíciles de abordar en su totalidad y de forma plena.

Pero, a pesar de esa diversidad, nuestro perfil profesional es claro y unívoco: somos fisioterapeutas. Y ya está. El cacareo de las especialidades no llega a fraguar una propuesta seria y oficial de formación y ejercicio profesional acorde con esas especialidades, así que, debemos conformarnos con el hecho de que «ser fisioterapeuta», como dicen ahora en muchos foros, «sin apellidos», es nuestra etiqueta, nuestra categoría y nuestra taxonomía más famosa y reconocida, detrás de la cual hay un título universitario y una profesión sanitaria regulada, que no es poco, pues otras profesiones actuales no tienen estos elementos tan meridianamente claros.

Siendo así, ¿por qué analizar la realidad profesional de los fisioterapeutas en un editorial de una revista científica? ¿qué es lo que nos motiva y a la vez nos preocupa? Pues, sin ánimo de ser pájaro de mal agüero, en esta ocasión vamos a optar por el camino subjetivo e interpretativo de poner sobre la mesa alguno de los argumentos menos agradables de la realidad profesional pero que, sin duda, son los que están presentes en las sobremesas de las reuniones y en las conversaciones entre colegas.

Primero, porque los fisioterapeutas que tenemos cargos de responsabilidad en el ámbito docente, debemos preocuparnos, sí o sí, por conocer las posibilidades reales (o al menos, aproximadas) de desarrollo laboral, las famosas «salidas profesionales». Segundo, porque, aunque no es fácil que los fisioterapeutas hagan alharacas públicas de su descontento laboral, a principios de 2023, se publicaba en el diario El País un artículo sobre nuestra precariedad laboral que tuvo mucha resonancia en el colectivo, artículo que se refuerza con otros previos publicados en años prepandémicos. En tercer lugar, porque hay en marcha varias estrategias de acciones colegiales y sindicales que demuestran que problemas históricamente manidos y supuestamente superados siguen estando vigentes, como por ejemplo, la lucha contra el intrusismo profesional en la propia administración pública (no hablemos ya de la esfera privada) o la aparente imposibilidad de llevar a cabo una urgente y lógica transferencia de competencias del fisioterapeuta formado en la antiquísima diplomatura en Fisioterapia a las que actualmente debería llevar a cabo el/la graduado/a en fisioterapia, estando en marcha una reclamación colectiva para adquirir la integración en el subgrupo A1 en los servicios sanitarios públicos. Finalmente, y como una enorme losa de cemento y cuarta motivación, sigue pesando esa ratio de la OMS de un fisioterapeuta por cada 1.000 habitantes, que aunque en el ejercicio libre se cumple (1,3 /1.000 habitantes), no es reflejo en absoluto de lo que pasa en el sistema público de salud (6.277 fisioterapeutas en el Sistema Nacional de Salud español en 2020, lo que supone, más o menos, una ratio de un 0,1 fisioterapeutas/1.000 habitantes). Esta ratio tampoco muestra lo que la población demanda, porque una cosa es necesitar Fisioterapia, y otra distinta es poder permitirse el coste de lo que la atención fisioterapéutica de calidad requiere de forma justa y digna, o sea, que o se mejora la ratio en la administración pública y de verdad aspiramos a aportar más y mejor fisioterapia a nuestro estado de bienestar o, poco a poco, los demonios de la Fisioterapia «en cadena de lavado», los 40 pacientes atendidos en una jornada laboral de mañana o tarde, las sesiones protocolizadas de 10 minutos, la fisioterapia en Atención Primaria colapsada, las largas esperas en la Atención Especializada o la dependencia en la administración pública de una sola especialidad médica, será el mantra que nunca se separará de nuestro ser profesional.

Entonces, ¿dónde queda el brutal desarrollo académico y científico de la Fisioterapia en los últimos 25 años? ¿se ha aumentado o disminuido la brecha entre la academia y la ciencia con la realidad profesional? Pues, es posible que sí, que esta brecha se haya aumentado. Solo hay que asistir a alguno de los multitudinarios congresos a los que acuden fisioterapeutas de distintas generaciones para percibir este hecho. Vemos a fisioterapeutas con pocos años de vida laboral que dominan el arte de la visibilización por redes sociales y canales multimedia llegando a miles de personas, o sea, disfrutan de estos eventos científicos aunque, en muchos casos, sus condiciones laborales son muy precarias.

También, ya existe una gran cantidad de fisioterapeutas que se acreditan como ayudantes o contratados doctores con un curriculum investigador apabullante, pero con poco recorrido profesional desde el punto de vista clínico o asistencial. También, hay fisioterapeutas que optan por realizar másteres oficiales (oferta muy escasa y limitada, por cierto, en los tiempos que corren) para realizar sus tesis doctorales sin desarrollar un ejercicio laboral paralelo o los que, como siempre ha sido tradicional en Fisioterapia, pero ahora quizá más que nunca, sucumben a la burbuja de la formación de posgrado, abrumadora a veces, que sigue demostrando el interés de los fisioterapeutas de seguir formándose tras finalizar los estudios de grado, aunque no siempre esa formación sea acorde ni paralela a su desarrollo profesional.

Así, la excelencia académica y científica de estos fisioterapeutas jóvenes choca frontalmente con la firma de contratos de auténtica explotación laboral (y no, la solución no está en decirles «no lo firmes, la decisión está en ti»), los falsos autónomos, el pluriempleo (algunos reconocen tener hasta 5 trabajos distintos), las jornadas maratonianas de 12 ó 15 horas al día, los contratos de prácticas en los que se diversifican tanto las competencias que terminan gestionando hasta la colada, el fracaso cuando se lanzan al emprendimiento de forma precoz con capital limitado y falta de experiencia profesional, dejándose más del 80 % de sus ganancias en formación porque, eso sí, solo hay que leer los requisitos solicitados para algunos puestos de trabajo, realmente insultantes en relación con los sueldos y las condiciones laborales que muchas veces se ofrecen.

Los fisioterapeutas «viejóvenes», quizá con una media de 20 años en el ejercicio de la profesión, siguen quejándose de inestabilidad laboral, de problemas con la conciliación familiar, de la enorme dificultad de acceder a plazas como fisioterapeutas en la administración pública después de años de ejercicio en la misma, de la presión que sufren por generaciones más jóvenes, la no actualización de los convenios laborales, las jornadas interminables para que la efectividad supere al coste, la debilidad de nuestra capacidad de negociación como colectivo profesional minoritario en comparación con otras profesiones, la falta de una entidad sindical potente o la sensación de déficit de autoridad en la gestión política de los problemas más acuciantes de la profesión, problemas, en algunos casos, demasiado bien conocidos.

Y a pesar de todo lo dicho, no podemos dejar de reconocer la existencia real de un horizonte, por qué no pensarlo, esperanzador, pues las posibilidades de movilidad internacional han crecido exponencialmente, las nuevas generaciones dominan el networking (estrategia clave en el momento laboral actual), el uso eficaz de herramientas en liderazgo y competitividad nos sitúan a la cabeza de las profesiones sanitarias que más y mejor rendimiento obtienen a través de estos recursos, el crecimiento y la diversificación de la era digital sigue favoreciendo la empleabilidad y, como no, el cambio en los estilos de vida de la población están ahí y siguen fomentando el crecimiento y la demanda de más y mejor Fisioterapia. Quizá, estos sean algunos de los chalecos salvavidas que, a pesar de los elementos recogidos en este texto, nos servirán para no naufragar y alcanzar costas cálidas donde la dignificación y humanización de la Fisioterapia permitan que nadie se quede atrás, aunque esto requerirá, seguramente, un análisis desde el paradigma crítico que nos tendrá que llevar a la acción contundente, sin miedos ni complejos, para nuestra transformación real.

Raquel Chillón Martínez. Directora del Grado en Fisioterapia.

Centro Universitario San Isidoro (adscrito UPO – Sevilla).