El ejercicio físico en Fisioterapia

EDITORIAL

La actividad física y/o ejercicio físico constituyen dos elementos ampliamente utilizados dentro de las diferentes áreas de especialización de la Fisioterapia. Muchos fisioterapeutas incluyen el ejercicio físico activo dentro de su práctica clínica habitual, ya sea como elemento principal o como parte del tratamiento multimodal de los pacientes. Sin embargo, el empleo de estos términos comunes, ejercicio físico o actividad física, suscita cierta ambigüedad, porque decolora los confines entre los diferentes campos de competencias profesionales, lo cual se traduce, con bastante frecuencia, en un conflicto palpable entre distintos grupos profesionales, especialmente entre los fisioterapeutas y los educadores
físicos (actual denominación Ciencias de la actividad física y del deporte).
La aplicación de la actividad de fisioterapia se utiliza en los diferentes sectores para la gestión de la salud. El fisioterapeuta puede intervenir en la prevención y mejora de la salud en la población sin síntomas pero con un nivel de salud no optimo (1.- primer nivel de intervención en individuos sanos sin síntomas). En el momento en que se manifiestan los síntomas, comienza la fase de tratamiento (2.- momento donde se identifica netamente la intervención de fisioterapia) que retorna al individuo a un sector de salud sin síntomas. A partir de aquí se debe trabajar para que el individuo asuma la responsabilidad de su propio estado de salud y trabaje por y para conseguir el estado óptimo, contando con nuestro apoyo y supervisión durante la denominada fase de entrenamiento (3.- el objetivo consiste en alcanzar un estado de salud óptimo y mantenerlo con trabajo regular). El ejercicio físico constituye una herramienta fundamental en el abordaje fisioterápico en cualquiera de los tres sectores de intervención mencionados: ejercicio físico como profilaxis, ejercicio físico como modulador del dolor y ejercicio físico como mejora de la función o entrenamiento, siempre desde un perfil de salud, competencia esencial e irrenunciable del fisioterapeuta.
Desde el ordenamiento jurídico el campo de la actividad física y/o ejercicio físico con un objetivo de salud le corresponde por la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS), como profesionales sanitarios, a los fisioterapeutas, y, por tanto, son quienes tienen reconocimiento para prescribir ejercicio con indicación terapéutica, tutelarlo y tratar con pacientes o personas con alteración de su estado de salud. De acuerdo a la definición del concepto de salud que propone la Organización Mundial de la Salud (OMS), aquella se entiende como el estado de completo bienestar físico, psíquico y social, y no sólo la ausencia de afecciones o enfermedades. Considerando la figura del fisioterapeuta como un profesional de la salud e interpretando ésta última como un continuo, (desechando la división clásica entre estado
de enfermedad y estado de salud), el ejercicio físico se presenta como una herramienta que permite abordar cualquier momento evolutivo de la salud. De esta forma, su prescripción, de acuerdo a las necesidades individuales de los pacientes/usuarios, constituye una de las principales áreas de competencia de los fisioterapeutas. El ejercicio físico se puede utilizar con muchos fines diferentes: para modular el dolor, aumentar el rango de movimiento, mejorar la resistencia, la fuerza y la coordinación muscular, aumentar la longitud tisular, disminuir las conductas de miedo-evitación, mejorar la calidad de la postura, del movimiento, de la marcha y el resto de la actividades de la vida cotidiana. En definitiva, para prevenir la afectación del estado de salud y de bienestar, restaurarlo o recuperarlo en caso de que se encuentre alterado, así como mejorarlo y evitar recidivas.

Desde la perspectiva formativa, en la práctica, con frecuencia se atribuye la mayor o menor efectividad del ejercicio terapéutico a las aptitudes y actitudes de la persona a la que le es prescrito. Aunque son varios los factores que intervienen en la configuración de la efectividad, el fisioterapeuta es sin duda un elemento cardinal para su consecución, pues aporta, en su bagaje curricular, la adquisición de los conocimiento teóricos de las diferentes modalidades de ejercicios y de sus efectos fisiológicos y neurofisiológicos, lo que le permite establecer la dosificación precisa de un ejercicio determinado,
aspecto que se consolida como clave de la especificidad, y por ende, de la efectividad del ejercicio en cuestión. Como agente terapéutico que es, el ejercicio debe prescribirse y administrarse en su dosis adecuada, atendiendo a la situación individual de cada paciente. Así, las repeticiones, series, descansos, intensidades, progresiones y otros parámetros de dosificación deben estar estrictamente pautados atendiendo a las variables fisiológicas y psicológicas del individuo. Independientemente de que estos conocimientos se aborden en la formación de grado del fisioterapeuta, la importancia del ejercicio requiere programas de formación especializada, que permitan al fisioterapeuta alcanzar el reconocimiento y la comprensión de los factores psicosociales que pueden interferir en la educación y realización de los ejercicios por parte de los pacientes, así como de las complejas interacciones entre dolor y desacondicionamiento, miedo y evitación, depresión y frustración, iatrogenia, familia, factores socioeconómicos y ocupacionales. Todo ello con el objetivo de encontrar las mejores estrategias de comunicación y motivación del paciente/usuario, a fin de que se constituya en agente de su propia salud y el ejercicio prescrito alcance su máxima efectividad.

Son, por tanto, las aptitudes del fisioterapeuta las que hay que entrenar y sus actitudes las que hay que cambiar. Esto requiere tiempo de aprendizaje y dedicación por parte del fisioterapeuta, pues se trata no sólo de adquirir conocimientos teóricos y prácticos, sino también de producir un cambio de actitud ante el paciente. Todo esto se incardina en un complejo proceso de transformación en la identidad del fisioterapeuta, que pasa de ser el protagonista del proceso de evolución del estado de salud de un paciente, a convertirse en una herramienta a través de la cual, el paciente auto gestiona y hace evolucionar su propio estado de salud.

Tricás Moreno JM, Pérez Guillén S