Editorial

Uno de los grandes retos que tiene planteados hoy día la Fisioterapia es la definición y delimitación de un marco conceptual, de un modelo teórico que, por una parte, le sirva de fundamento sobre el que cimentar y construir los conocimientos científicos, y, por otra, le ofrezca un claro referente sobre el que pueda establecer sus actuaciones o intervenciones profesionales.

La necesidad de personal cualificado en Fisioterapia a que alude el preámbulo del decreto de 26 de julio de 1957 por el que se crea esta especialidad, ha sido una realidad bien patente hasta hace relativamente pocos días. Ello ha supuesto que el trabajo asistencial diario, que la práctica profesional sobre el enfermo, haya ocupado un lugar absolutamente preponderante en la vida laboral del fisioterapeuta, de modo que el desarrollo alcanzado por la Fisioterapia en nuestro país durante estos años ha sido fundamentalmente un desarrollo aplicativo, que ha desembocado en el aumento y perfeccionamiento de determinadas técnicas o procedimientos terapéuticos.

La experiencia y madurez alcanzada por los estudios de Fisioterapia, que se mencionan en el preámbulo del Real Decreto 2965/1980 de 12 de diciembre, y que aconsejan la elevación de estos estudios al rango universitario, se ha ido adquiriendo, en la mayoría de los casos, como si se tratara de depósitos de sedimentación, a base de observaciones no sistematizadas de resultados positivos alcanzados tras nuestras intervenciones terapéuticas.

El hecho de que la Fisioterapia se encuentre ubicada en la universidad, obliga a que los que nos dedicamos a practicarla en cualquiera de sus funciones, nos movamos por los senderos marcados tradicionalmente por la ciencia, pues, aunque reconozcamos que a veces también son inciertos, se acepta ampliamente que son los únicos válidos para la construcción de conocimientos objetivos y fiables. Así pues, ya no nos podemos conformar con seguir madurando mediante una especie de mecanismo de osmosis seudointelectual, sino que es absolutamente indispensable que abordemos la construcción de los conocimientos fisioterapéuticos mediante las múltiples posibilidades que nos ofrecen los distintos procedimientos de la metodología científica.

Ahora bien, el camino científico pasa necesariamente por la definición de un modelo teórico en el que incardinar las investigaciones y, paralelamente, de un marco conceptual en el que se desenvuelvan las actuaciones profesionales. Si somos capaces de dejar perfectamente establecido, definido y delimitado el objeto de nuestro estudio y trabajo, el método de investigación y de intervención, así como el metalenguaje característico y común a nuestra comunidad científico-profesional (elementos básicos constitutivos de toda ciencia), entonces estaremos en condiciones de afirmar que nos movemos en un campo competencial científico y profesional que nos es propio y que está perfectamente diferenciado de otras ciencias y de otras profesiones, aunque algunas sean muy afines.

Queremos destacar el esfuerzo que en esta dirección está realizando el profesor Tomás Gallego, de la Universidad de Alcalá de Henares, así como el interés de la Asociación Española de Fisioterapeutas, manifestado al incluir esta temática en diversos congresos y jornadas.

Sería altamente beneficioso que cuantos estamos interesados en estos aspectos de fundamentación teórica de la Fisioterapia, aunásemos nuestros esfuerzos, al objeto de que podamos transmitir a las nuevas generaciones de fisioterapeutas una base sólida sobre la que desarrollar su trabajo profesional, máxime cuando éste se perfila, cada día con más claridad, como un trabajo independiente a desarrollar en el gabinete privado. Desde esta perspectiva hacemos nuestro el conocido aforismo: «No hay mejor práctica que una buena teoría».

Jesús Rebollo Roldán
Director