La Fisioterapia dentro de una universidad libre y plural

En las últimas décadas se han producido gran cantidad de cambios en la enseñanza. Si los antiguos escolásticos pudieran formar parte activa de los colectivos docentes -discentes donde se imponen los nuevos criterios de enseñanza= aprendizaje, posiblemente se quedarían perplejos ante algunas pautas de formación.

Si bien es cierto que, «los genes pueden ser egoístas y caprichosos» (en un sentido metafórico y limitado), está muy superada en la sociedad actual la idea de que los modos y criterios de enseñanza están determinados por condicionamientos genéticos: lo único innato en el ser humano es la capacidad de aprender. Atrás quedan las clasificaciones de los alumnos por «listos y tontos, capaces y no capaces e incluso, pobres y ricos, negros y blancos, gitanos y payos» (ya que, considerar los genes como absolutos determinantes de unas capacidades u otras, no sólo puede inducir a los docentes a organizar un aula, sino que determina la estructuración de la sociedad en sí misma).

Actualmente se hace una apuesta absoluta por la no cosificación de la inteligencia. El determinismo biológico (o lo que es lo mismo, la cuantificación de la inteligencia y las posibilidades de aprendizaje) desarrollado por lustres profesionales amparados por la ciencia y en nombre de ella, no sólo limita y sesga el proceso de enseñanza-aprendizaje, sino que también, y lo que es más grave, supone un obstáculo clasista y xenófobo.

En las últimas décadas, la Universidad ha experimentado también gran cantidad de cambios. Algunos de ellos, como la masificación o el incremento de docentes, dan buena fe de las inquietudes de conocimiento de hombres y mujeres. Otros cambios se producen respecto a una preocupación: la creciente demanda por incrementar la calidad de los servicios que la Universidad ofrece. Pero, sin duda alguna, retomando la línea de mi reflexión, la Universidad apuesta por una enseñanza libre de prejuicios y de obstáculos sociales, geográficos, culturales, económicos y religiosos.

Superada la teoría hereditarista del coeficiente intelectual de Binet, el análisis factorial y la cosificación de la inteligencia de Cyryl Burt o el famoso y frustrante coeficiente de Spearman, la Universidad ha puesto en marcha un complejo engranaje de mecanismos para facilitar que todos los hombres y mujeres de cualquier edad, procedencia, cultura o religión, puedan acceder al conocimiento y a la convivencia. En definitiva, poder vivir una experiencia universitaria libre que permita el crecimiento académico personal y posibilite, como no, el desarrollo profesional futuro. Así, se hace una apuesta absoluta por la posibilidad de aprendizaje de todas y cada una de las personas que forman parte de la comunidad universitaria, siendo la tolerancia, el respeto y la solidaridad, pilares fundamentales de las nuevas formas de enseñanza dentro de un colectivo dinámico e intercultural de hombres y mujeres del siglo xxi.

RAQUEL CHILLÓN MARTÍNEZ
Profesora Asociada. Universidad de Sevilla