Editorial

Hace varios días, un grupo de alumnos de Fisioterapia, me preguntaban sobre su nivel de competencia tanto en la elaboración de un diagnóstico como en la aplicación de un tratamiento fisioterapéutico.

Mi respuesta fue «zapatero, a tus zapatos»; refrán que aconseja no juzgar sino de aquello que uno entiende y no salirse de su esfera. Tiene su origen en la siguiente anécdota que refiere Plinio el viejo en su Historia Natural:

Apeles, el más ilustre de los pintores griegos (siglo IV antes de Cristo), era muy exigente con sus obras, y lejos de desdeñar la crítica, la provocaba, para lo cual solía colocar sus cuadros en plaza pública, y él se ocultaba detrás del lienzo para oír lo que decían los curiosos. Cierto día ertó a pasar un zapatero que censuró acremente la hechura de una sandalia en un retrato cuerpo entero. Apeles comprendió su error y lo corrigió; pero al día siguiente volvió a pasar mismo zapatero, que, al ver corregido el defecto por él señalado, se envalentonó y se metió riticar otras partes del cuadro. Apeles salió entonces de su escondite, exclamando: Ne sutortra crepidam (zapatero, a tus zapatos).

En el libro del Duque de Frías Deleite de la discreción y fácil escuela de la agudeza (Madrid, ’64, pag. 237) se dice que la contestación de Apeles fue la siguiente: ¿Quién le mete al zatero en censurar el rostro de la imagen? Mire si están bien pintados los zapatos, que es lo¡e le toca a su oficio, y sepa que yo no daré voto en el modo de cortarlos.

La respuesta viene a colación porque cada vez es más frecuente, entre todo tipo de profenales y no profesionales, la práctica de la intrusión: acción de introducirse sin derecho en la dignidad sin estar facultado para ello, por carecer de los conocimientos y del título que se ige para ejercer una profesión.

Todos los fisioterapeutas conocemos qué elementos definen claramente la Fisioterapia, cuál su contenido sustancial y para qué nos faculta el título de Diplomado en Fisioterapia. De ahí contestación a los referidos alumnos: zapatero, a tus zapatos. Para que no olviden que los terios fisioterapéuticos o, si lo prefieren, los diagnósticos fisioterapéuticos, nada tienen que rt con los diagnósticos médicos. El médico es el único que oficialmente posee los conocientos y por tanto tiene la facultad para realizar el diagnóstico médico y para realizar la prespción o indicación del tratamiento que le parezca más oportuno para curar o aliviar una de minada dolencia o enfermedad. El fisioterapeuta es el único profesional que posee los nocimientos y, por tanto, la facultad de establecer y aplicar los tratamientos fisioterapéutis según su propio criterio.

Siguiendo el hilo de esta reflexión recordé que, en muchas ocasiones, son los propios fisiterapeutas la causa del intrusismo de personas ajenas a nuestra profesión, que sin título acreditación académica válida, ejercen como tales. El respeto y el reconocimiento social hac nuestra profesión, todavía joven, ha de venir de nuestra eficacia, de nuestro buen hacer y la correcta aplicación de las múltiples posibilidades terapéuticas que engloba el campo dis plinar de la Fisioterapia. Todos los fisioterapeutas debemos tomar conciencia de ello y, los q somos docentes, transmitirlo a nuestros alumnos, pues ahí se sustentan los pilares del éxitc del reconocimiento de nuestra magnífica profesión. Lo demás, vendrá por añadidura.

Rosa Mª GIMÉNEZ BECH
Profesora Titular de Fisioterapia